sábado, 20 de junio de 2015

Un poema

- Demasiada ropa.- Dice.
Tiene las piernas largas como infancia sin columpio. Los pies pequeños, de huellas borrosas.
- Sé que prefieres los tacones pero yo adoro estar descalza.
Se eleva sobre sus dedos como si pretendiera ser más alta. Yo la observo con la seguridad de que podría doblarme hasta el suelo por rozar sus labios.
- ¿Para ser un poema tengo que follar contigo? Me pregunta con toda la boca llena de versos.
- Es más posible si me dejas con las ganas. Me sincero.
- Si follas conmigo siempre tendrás más ganas. Dice plagiando la sonrisa de alguna actriz porno.
- Demasiada ropa. Repite.
Se quita la camiseta con la misma torpeza que un hombre, la lanza al suelo hecha una bola y todo el suelo se arruga con ella.
El sujetador es negro. Sus pechos, pequeños. Caben en las manos y en los sueños. Entran en la boca y en los ojos. Intuyo los pezones rosados, sensibles al frío, cortantes como folios en blanco.
Tengo la impresión de haberla visto antes. En otra escena tal vez, de rodillas seguramente, rodeada de hombres que soñaban ser músicos.
- Estoy segura que eres torpe con el click del sujetador. Que haces cosquillas en la espalda cuando te tiemblan las manos.
Uso la mueca de los lunes para evitar la burla.
- Yo puedo ayudarte. Dice mientras sus manos buscan con soltura donde acaba la oscuridad. Sus pechos desnudos iluminan la casa. Como si antes toda mi vida fuera un eclipse. Sus pezones son los interruptores que le dan luz al mundo. La suave caída de sus pechos mienten sobre su edad. Gritan la palabra adolescencia. Parecen manoseados por un escultor cuya meta es la redondez del universo.
- Un poema, luego me olvidas. Dice acercándose tanto, que lo único que siento es que está lejos todavía.
Coge mis manos y las coloca en la cintura, en el filo de su falda, se mueve ligeramente de izquierda a derecha, en un balanceo sutil que mece mi hambre al borde de su ombligo. Acerco mi boca y desciendo mis dedos hasta hallar el color de sus bragas.
- Demasiada ropa para un poema. Le digo yo.
Ella asiente con la cabeza. Creo que sonríe. Ya no puedo mirarle el rostro. Siempre que estoy en la orilla se me olvidan las turistas. Ya no me importa el desnudo en las toallas. La piel tostada es devorada por todo el azul del horizonte. Me he enamorado de olas que tenían tus ojos, de ojos que tenían tu mar, de mares que te cabían entre los muslos.
He dejado que sus braguitas besen el suelo. He tumbado su espalda sobre el sofá, he elevado sus piernas a un techo que prometía manchas de humedad, mientras bajaba la cabeza hasta sus piernas.
He clavado la lengua, como si fuera la bandera de la victoria de un ejercito de versos que se habían apoderado de mi garganta. Y he empezado a escribir, su poema, mi poema, con toda la lluvia que cabía entre mis labios.
He dejado que sea ella la que le ponga el título, mientras yo he esperado sediento el diluvio.
Y el olvido.

viernes, 19 de junio de 2015

Mes 3 después de ti


Casi es verano. Digo casi porque sin ti todo es incompleto. También fue casi primavera. Sin embargo creo que cuando llegue el invierno se multiplicará por dos. El que será y el que tú has dejado. Hará un frío de cojones, estoy seguro. Desde hace unos días, cuando despierto y no estás al otro lado, tengo la sensación de haber estado toda la noche soñando con otra. Una mezcla entre la culpabilidad y el vacío se apoderan de mi pecho y me escucho latir tan desafinado, que temo seriamente morir en un acorde. Quien te ha visto bailar sabe que es posible morir de música.
He estado yendo a los lugares donde ser feliz era sencillo, sin embargo ni siquiera me he acercado un poco a esa sensación de que el mundo está girando a la misma velocidad a la que yo camino. Supongo que el verdadero secreto de la felicidad está en no cuestionarla, en no tener la necesidad de hacerse ninguna pregunta, porque es en las respuestas donde se hallan todas las tristezas.
Mi padre decía:
Cuando creas que tu vida es una mierda, basta con que veas los diez minutos primeros de cualquier telediario y tu infierno te resultará un hotel de cinco estrellas.
Jamás he cuestionado esa teoría, sin embargo, pienso que lo verdaderamente jodido no es el infierno en sí, sino el tamaño de los demonios que lo habitan.
Y ella, todavía aquí en el mío, continúa siendo enorme.

jueves, 18 de junio de 2015

Ya me sé esta historia


Te sentarás con las piernas cruzadas, jugaremos a las miradas,
crearemos un muro insalvable de excusas,
una línea invisible,
un agujero,
una guillotina que nos corte las caricias de raíz.
Dejaremos que el futuro juegue con las cartas marcadas
y lo llamaremos destino.
Porque ni siquiera tendremos cojones
de llamarlo miedo.

miércoles, 17 de junio de 2015

Mes 2 después de ti


He empezado a dormir hacía el otro lado, aunque siempre al despertar lo primero que hago es darme la vuelta, por si acaso. El por si acaso es la esperanza de los estúpidos. Reconozco que mi esperanza es nula pero soy mucho más estúpido desde que no estás.
He estado observando algunas fotos, tú siempre sonriendo y yo con esa rara mueca de incertidumbre. Como si antes del flash eternizador ambos supiéramos del futuro, ambos conociéramos nuestro destino.
Hoy pienso en todo más fríamente. No puedo culparte. La primavera no puede ocuparse de una sola flor. Ninguna tormenta nace para mojar una simple acera. El mar deja marchar a sus olas. Las mece, las lleva consigo, se deja acariciar y lamer pero siempre hay una orilla donde acaba todo. Debí suponer el naufragio, divisar alguna isla y no esperar tu regreso. Pero no pude y acabe destruyendo, al romper, los castillos de arena de mi infancia.
En la calle tengo la extraña sensación de haberme hecho invisible. Todos miran el espacio en el que no estás tú y a mí nadie me ve. Llevo el peso de tu ausencia agarrado a mis tobillos. No hay mayor condena que una libertad sin ti.
Ana dice que todo está en mi cabeza.
- Sobre todo ella. He contestado.
- Ese es el problema. Confirma sin reparo.
En el bar ya saben qué voy a tomar. Creo que uno debe considerarse un borracho cuando el camarero al mirarte asocia tu sed a una marca. No bebo para olvidar, soy consciente que lo mejor de mí es su recuerdo. Bebo para poder prescindir de su boca. Para vomitar su nombre al fondo de un retrete. Para que el camino a casa se me haga más largo, el sueño más profundo, su ausencia un espejismo. Bebo porque no puedo besarla. Sobre todo por eso. Porque no puedo besarla.
He limpiado la casa. Ya no parece una batalla. Hago la cama todos los días, huele al ambientador de mora que tanto te gustaba. Los champús colocados de mayor a menor tamaño, los cuadros rectos, las plantas regadas, podrías incluso reflejarte en los cristales del salón y en la cocina siempre hay café recién hecho y chocolate en la despensa. Y todo sabiendo que no vas a volver nunca. Pero ya sabes, por si acaso. Y porque soy estúpido.

lunes, 15 de junio de 2015

Mes 1 después de ti


Todavía estiro la mano por las mañanas hacia tu hueco. Y duermo hacia el lado izquierdo para que seas lo primero que vea al despertarme. No consigo acostumbrarme a tu ausencia. No la soporto. Ni siquiera la asumo. No es una cuestión de esperanza. Simplemente no acepto la derrota. No hallo el modo de salir ileso, me duele igual callar tu nombre que gritarlo. Es como tener una herida en la punta del dedo con el que te tocas el resto de la piel. En realidad solo te duele el dedo pero lo ignoras.
A mí solo me dueles tú pero se me está quejando el mundo.
La calle es un inmenso agujero. No tener tu mano al otro lado es como estar en una eterna caída. Apenas salgo.
La casa tampoco ayuda mucho. Estás por todas partes y en ninguna. Te has olvidado tu olor, parte de tu ropa, dos palabras de amor en el espejo del baño, un cuadro a medio pintar, ese maldito cantautor en la radio, una lágrima en mi chaqueta preferida y un viaje de ida al centro del infierno, por el atajo que existe en el cajón de tus bragas.
Espero que donde estés no te encuentres bien. Y que me eches de menos. Que te duela decir mi nombre. Que te agobie callarlo. Que la calle también sea un puto agujero. La cama, una guerra. Dormir, un suplicio. Que no consigas escribir la palabra orgasmo en el crucigrama de tu coño. Y si lo haces sea con una herida en la punta del dedo. Que ignores si es placer por ti misma o el dolor de mi ausencia.
Y vuelvas. A por todas las cosas que te has olvidado. Sobre todo a por mí. La más importante.