sábado, 26 de mayo de 2012

Crónicas de un barrio a las afueras (8)

- Era tan bonita que se hizo lesbiana de sí misma. Incluso la vi masturbarse frente al espejo, excitarse con el color de su piel, con cada pliegue de su carne, en posturas tan imposibles que cualquier jurado estricto de gimnasia artística, no hubiera tenido más remedio que levantar el cartel con el número diez.

"Cara de perro" estaba más enamorado de la ausencia de Salma, de lo que lo había estado de su presencia en aquellos tres años.

- No era una mujer cualquiera, era cualquier mujer que le hubiera apetecido ser. Dijo, con la vista perdida en el fondo del tubo de whisky.

-  ¿Cómo era ella? Preguntó sin levantar la mirada.

-  ¿Quién?  Dije interrogante.

-  Laura ¿Cómo era Laura? Volvió a insistir. Esta vez mirándome al centro de los ojos.

Suspiré profundamente. Siempre me dolía escuchar su nombre en boca de otro. Me encendí un cigarro, apuré una calada profunda lanzando el humo como si fuera nostalgia.

- Ella era todo lo que le falta a esta mitad. Dije.

"Cara de perro" se quedó observándome, como quién intenta hacer una ecuación imposible.

-  ¿Tú sabes que yo no llegué ni al instituto, no?

Asentí con la cabeza.

- Pues a mí no me vengas con frases de esas para mujeres que se dejan sorprender. A mí háblame claro, joder. Ingirió media copa de un trago y se marchó a mear.

Una noche, en la que "Cara de perro" había solucionado sus diferencias a puñetazos con dos ingleses, mientras el resto del bar observaba los golpes sin intriga, pues ya sabían de dónde saldría toda la sangre, "el viejo Julio" me dijo en voz baja:

- Este tipo se jacta al decir - Gracias a Salma, soy lo que soy-  ignorando que nosotros lo que vemos es un monstruo y consigue que, aún sin conocerla, todos odiemos a esa maldita mexicana.

Lucía me hizo un gesto con la cara para que mirara a la puerta, me giré sin mucha curiosidad y allí estaba ella: María. No estaba lloviendo esta vez, de hecho hacía veinte días exactamente que no caía una puta gota en la ciudad. Llevaba su pelo negro recogido, lo que le daba a la cara un tono más agresivo. Como si hubieran soltado una pantera en medio del bar. Tenía unas mallas negras tan pegadas a la piel, que en el triángulo equilátero que le hacía el coño se podía leer el verbo follar en doce idiomas diferentes. Unos tacones de unos trece centímetros por encima del infierno, una blusa azul y una sonrisa de saber cuanto morbo despertaba su presencia.

- ¿ Quién coño es?  Preguntó "Cara de perro" una vez regresó del aseo.

Sin dejar de recorrer sus pasos con los ojos pegados a su silueta solamente puede soltar - Un sueño, y esta vez espero que nada me despierte-.