viernes, 30 de julio de 2010

El día que dejé de escribir poemas

Era curioso, en mi casa no había espejos, pronto comprendí la razón. Yo era feo. Y mi madre una señora.

Todas las mujeres de las cercanías apuntaban a sus hijos a futbol y a baloncesto y algunas, las más pijas, las que tenían jardín y taza de té a las cinco y cita con el decorador de exteriores todos los viernes en una clínica llamada “La belleza está en el interior ja ja ja” a natación, a golf y en algún caso más extremo a violín o piano. Incluso había uno que se llamaba Ramoncito y que parecía haber salido de una canción de los pecos que estaba apuntado a ballet.

He de reconocer que gracias a él mis motes apenas se quedaban un rato en la memoria de los más crueles del colegio, sobretodo cuando a Ramoncito no se le ocurría otra cosa que dar giros con las manos en alto en el patio del colegio. Le gustaba provocar desde luego.

A mí, mi madre, tres días exactamente después de que echara a mi padre de casa por incompetencia conyugal, eso dijo, que vete tú a saber a qué se refería con aquello, me dijo muy seria.

- A ti te voy a apuntar a un curso de poesía porque es el único modo conocido de que una mujer te diga algo bonito.

Y allí fui yo, a escribir palabras de las que no conocía su significado con un profesor al que su madre, que seguramente también era una señora un día decidió que alguna mujer se enamorara de su hijo por lo que escribía y no por como era.

Después de un tiempo de técnicas silábicas, lecturas aburridas, ritmos, clásicos y medidas a años luz del 90-60-90. Escribí mi primer poema.

LO MAS BONITO DEL AMOR SERÍA HACERLO

Cubiertos los abedules de sonrisas mustias
en el retroceso del invierno tísico
juega Afrodita a contar baldosas
con el dedo incrédulo de la desazón.
Amante del iris de los ojos ciegos
bostezan los duendes de la tanorexia
del bosque a la almena se reparten besos
y tu boca lejos de mi extenuación.

El profesor que aprendió a mentir en un curso a distancia de cómo decir siempre la verdad y que no te llamen hijo de puta me dijo tocándose la punta del bigote, con esa media sonrisa del que tiene un mercedes esperando en el garaje.

- Chaval con cosas así te puedes comer el mundo.
Yo que por aquel entonces solo creía que la virgen María no había sido tan virgen y que los verdaderos héroes no tenían capas y hacían milagros por llegar a fin de mes le dije aturdido.

- Es que yo no quiero comerme el mundo, ni siquiera tengo hambre.
Fue entonces cuando se le iluminó la cara y por primera vez dijo una frase poética en todo el tiempo que duré en dicha aula.

- Estudia mucho, búscate un trabajo donde puedas ganar lo suficiente para pagarte una puta veinte minutos todos los fines de semana porque la única poesía que existe està bajo la falda de una mujer.

Aquel, ya tan pronto fue el momento en el que mandé a tomar por culo la poesía y desde entonces hasta ahora sólo escribo lo que me sale de los huevos pero sobretodo lo que su coño (bendito coño) me dicta.

domingo, 25 de julio de 2010

Para que luego diga que no soy romántico la hija de puta




"Esto es lo que tarareo en la ducha"

Estaba sentada al fondo de la barra. No hubiera pasado desapercibida, ni en una manifestación a favor de la cadena perpetua para los mosquitos que zumban por las noches cerquita del oído.

Bebía y fumaba sin cesar, evocando al olvido. En realidad todos los que transitábamos la oscuridad de estos bares necesitábamos olvidar.
Por eso en los baños siempre había preservativos usados en el suelo y las papeleras. Porque sólo cuando el olvido se multiplica por dos se anestesian ciertos recuerdos.

Quizás debería haberme acercado en plan película americana e invitarla a una copa
y oírla melodicamente como si de su voz en lugar de palabras salieran olas que chocaban contra las rocas.

Haberle contado los lunares del cuello y haber trazado diagonales con sus pecas hasta que toda su piel fuera galaxia.

Comprobar si era cierto lo que imaginaba, que en su boca el ron sabía más dulce.

Comerle el coño allí de rodillas hasta que sus orgasmos le cambiaran la letra a la canción del verano.

Que dijera mi nombre entre gemidos, que se lo inventara, que me llamara "ahhhhhhhhhhh sigue sigue" o "mmm no pares". Siempre he querido llamarme "mmm no pares". Me resulta tan glamouroso.

Que mi lengua jugara a ser el pez mas feliz de sus océanos.

Pero no, me quedé allí parado mientras la veía caminar hacía la puerta con el pelo recogido y una mueca de soledad incalculable.

Me miró un segundo en el cruce, quizás fueron dos, aunque a mí me parecieron quince años. Me hice viejo en su mirada de repente.

Y a ella, a ella no le costó ni un parpadeo.

lunes, 19 de julio de 2010

A partir de ahora fumaré a tu salud (a ver si te mueres)

Le dio una profunda calada a su cigarro. No estaba triste, era otra sensación, vacío tal vez, como si tuviera una rata dando mordiscos en el estómago.

El siempre había pensado que ella era demasiado bonita para algo tan vulgar, que hay flores que merecen mucho más que un jardín. Algo así como la cima más alta de una montaña donde la belleza y la muerte se den la mano.

Ojalá no hubiera tenido ojos aquella mañana de lluvia-eso pensaba- o ahora de golpe perdiera toda la memoria. La imagen de su beso con aquel desconocido era un rifle apuntando en la sien que amenazaba con reventarle los sesos pero jamás acababa la ejecución.

Lo más jodido del amor es cuando no es tuyo.

Se acomodó en el sofá y tuvo de nuevo el maldito desliz de echarla de menos, allí a su lado, con esas manos capaces de curar hasta la nostalgia de los poetas.

Al instante la odió otra vez, profundamente, más que nunca pero menos que el siguiente amanecer.

Así era siempre.

Dio otra calada, intensa, con los pulmones pidiendo auxilio, hasta quemarse los labios y pensó que quizás debería de vaciar el cenicero.

sábado, 17 de julio de 2010

Empezando en el oficio

Se desprendió de los zapatos y de las medias, era tarde, tanto, que hasta el reloj había extraviado dos horas durante la noche.
Olía a ginebra, a tabaco y a hombre. Se sentía sucia como cuando pequeña aún queriendo ser princesa jugaba en el barro.

Se miró al espejo y aunque sabía la respuesta le preguntó a aquella niña que llevaba dentro si esto era lo que esperaba de ella a estas alturas de la vida.
La niña que sólo había mentido aquella vez que fumó a escondidas en el baño del colegio negó rotundamente con la cabeza.

Una lágrima a velocidad prohibida cayó por su pómulo.

Esta vez sabía que no sólo iba a bastar con una ducha.

viernes, 16 de julio de 2010

El amor es como vivir en una ciudad sin esquinas (ni putas ni camellos)

Podía haberse llamado Ana o luna o Cristina o Laura, bueno tal vez Laura no pero podía haberse llamado amor en los desayunos y cariño en las cenas y te quiero tanto que ya no me quiero ni a mí el resto de mis días.

Pero no. Se llamaba Olga, simplemente.

Y tenía los ojos tan llenos de primaveras muertas que en su piel siempre era verano, con incendio en el monte de venus incluido.
Yo que entre mi multitud de de fectos tenía aquel de enamorarme de todas las mujeres que esperan el autobus me enamoré de ella.De ella y de todo el aire que separaba su piel de mi piel.

Porque ella era mía incluso antes de que su madre aquella noche de vodka dejó que se corrieran dentro. Pero no lo sabía, ni yo se lo dije.

Se limitó a bostezar mientras el autobus paraba a sus pies y un chofer con bigote, comenzó a soñar que la próxima estación de esa mujer que subía los escalones como si estuviera haciendo un casting para una película danesa era su cama.

Desde la ventanilla mientras un cigarro me fumaba por dentro me regaló su sonrisa y allí entre sus dientes cabía el primer desnudo de Marilyn, la tercera o cuarta escena lésbica de una tal Angelina y el baile más pornográfico de una colombiana sin espina dorsal.

Y se marchó, sin más, como se marchan todas las cosas que amo en esta vida.

Tan bella, tan suya, tan Olga. Simplemente.