Se desprendió de los zapatos y de las medias, era tarde, tanto, que hasta el reloj había extraviado dos horas durante la noche.
Olía a ginebra, a tabaco y a hombre. Se sentía sucia como cuando pequeña aún queriendo ser princesa jugaba en el barro.
Se miró al espejo y aunque sabía la respuesta le preguntó a aquella niña que llevaba dentro si esto era lo que esperaba de ella a estas alturas de la vida.
La niña que sólo había mentido aquella vez que fumó a escondidas en el baño del colegio negó rotundamente con la cabeza.
Una lágrima a velocidad prohibida cayó por su pómulo.
Esta vez sabía que no sólo iba a bastar con una ducha.
Se te está dando muy bien, ahora no pares...
ResponderEliminarsaludos desde mi sur.
Glups, "una lágrima a velocidad prohibida".
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