martes, 13 de marzo de 2012

Crónicas de un barrio a las afueras (2)


"Cara de perro" sabía tres idiomas. El castellano, el de los ojos y el de los puños. Normalmente no le hacía falta llegar a usar el segundo y de hacerlo solía sobrarle el tercero. Solamente una vez lo ví llegar a ese punto fatídico, hacía casi dos años de aquello y aún tenía pesadillas.

"Cara de perro" bebía whisky solo. -El ron es para maricones acomplejados, la ginebra para borrachos con excusas digestivas y el vodka para desinfectar las heridas. - decía con la crudeza con la que se afeita un camionero en el aseo de una gasolinera. -Si yo tuviera un bar, solo habría whisky. Whisky y tequila para brindar, por si a Salma se le ocurre volver-

Obviamente "Cara de perro" no tenía un bar y Salma no volvería nunca. Ella era una mexicana de ensueño, que desapareció de su vida de la noche a la mañana.

- Nunca ames a una mujer. Quiérela cuanto puedas pero jamás se te ocurra amarla. Amar es el límite, una vez llegas, ya no puedes ofrecer nada más, ella lo sabe y se marcha. Las mujeres necesitan cierta incertidumbre en el amor, pensar que aún lo intenso, lo verdaderamente explosivo, está por llegar. Si se lo das, ¿qué sentido tiene quedarse a tu lado? Ya tuvo su premio, el máximo.Cualquier persona coherente prefiere el misterio a la rutina.- Decía "Cara de perro" sin soltar el cigarrillo de la boca.

Me respetaba, quizás porque yo lo escuchaba sin interrumpirlo, no me esforzaba en absoluto. No era un hombre sabio pero había sufrido tanto que le sobraba inteligencia. Estar cerca de él era como entrar dentro de una burbuja protectora. Quien me veía a su lado me respetaba, incluso memorizaban mi rostro y me saludaban allá donde me vieran.

- El amor es una mierda, te lo digo yo, pero se acaba, siempre se acaba. En cambio el odio puede ser infinito. Yo siempre odiaré a mi padre. El odio te hace duro, te marca los rasgos de la cara, para ser alguien en la calle, tienes que haber odiado con más intensidad de la que hayas querido. Parece que tú nunca has odiado a nadie.- Me dijo mientras observaba por el rabillo del ojo izquierdo a una morena que pedía un Martini.

- Yo también tenía una Salma. Le confesé aprovechando su silencio.

Me miró como nunca lo había hecho antes, con un toque de sensibilidad que a su rudo rostro le venía como una escena porno a una película de Disney. -Lucía- le gritó a la camarera- Pon cuatro chupitos de tequila- Me golpeó el hombro, y brindamos bruscamente por el odio.

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