domingo, 28 de noviembre de 2010

Historias desde la barra (Del respirar de las flores)

Al fondo a la derecha, justo detrás de la columna de los espejos y debajo de la foto donde Marilyn detiene el tiempo con las piernas, es donde me suelo sentar alguna tarde a escribir poesía. Porque yo, además de estúpido, soy poeta y además de poeta, hombre.
Todo en ese orden.

En ocasiones escribo sobre Laura, otras sobre mujeres que no existen y la mayoría sobre mujeres que no deberían de existir.

Lo que por la noche puede ser considerado un bar de mala muerte, por el día es una plácida cafetería, con hilo musical, una luz insultante que invita al diálogo y un ambiente selecto de rostros diversos, que todos juntos parecen un puzzle de algún cuadro dibujado por un pintor cuerdo.

Ni rastro de Daniela.
- No es turno para las feas- Suele decir.
Sus ojos apagados, como un eclipse eterno y esa mueca de nostálgica empedernida, como si toda su vida esperara el amor en la próxima esquina desentonarían con la felicidad fingida del lugar.

La camarera se llama Carmen, siempre me mira por encima del hombro y yo siempre la observo por debajo del cuello. Lleva los últimos botones desabrochados como si el olvido formara parte del uniforme laboral y se hace la sorprendida cuando se encuentra ojos resbalándole por el canal del pecado.
Es insultántemente guapa, pero no brilla. Una mujer sin brillo por mucha belleza que tenga, no es más que carne sutilmente ubicada en en lugar idóneo.
Nada más.
El brillo se reconoce en el primer vistazo, si el corazón acelera y la mente inventa, de golpe, se hace la luz.

La primera vez que vi a Carmen bostecé, luego pedí un café mirándole las tetas como si fueran uno de esos acantilados que hay en las postales de Tenerife y seguidamente escribí un poema "a la mujer más plana del mundo". Es mi manera de joder al ego. Follar sin placer con folios en blanco.

Por las mañanas trabajaba de jardinero en una urbanización donde las personas que allí residían se gastaban en unos zapatos mi sueldo anual. Gente que te hablaba de tú, que jamás daban los buenos días y odiaban que un simple jardinero los mirara a los ojos. Gente por la que no me hubiera importado convertirme en asesino en serie y copar las portadas de los periódicos del país.

El asesino de la capucha ataca de nuevo.

Me gustaría tanto que alguien temblara por mí, que ni siquiera me importaría que fuera por miedo.

Allí en aquellos jardines interminables fue donde conocí a Laura, siempre había pensado que al amor de mi vida lo conocería con un mar de fondo, pero ella quiso contradecir mis fantasías desde el primer momento.

Chispeaba, llevaba un paraguas naranja, el pelo suelto y unas botas altas de esas que hacen sumisos a los hombres.
Fue increible lo que hizo con el gris del cielo cuando sonrío.
Imposible lo que consiguió con el aire cuando con dos dedos se colocó el flequillo del otro lado.
Impensable lo que logró con mi latir.

La flor más hermosa de todas y eso que las había visto de todas las especies, era capaz de caminar, respirar y conseguir que yo me echara perfume todas las mañanas por si el azar otra vez la colocaba en mi camino.

Pero supongo que esto ya es otra historia.

O no.

4 comentarios:

  1. Pues a mí me tiembla el corazón al ritmo de las pupilas siempre que te leo. Besos

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  2. "Me gustaría tanto que alguien temblara por mí, que ni siquiera me importaría que fuera por miedo."

    Me quedo esta frase :) Impresionante, como siempre.

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  3. mmmmm.... después de poeta hombre
    Me gusta el titulo de tu blog " justo desde aquí te veo las bragas" muy sexy :))

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  4. Es bueno saberlo Lucía, quizás esta noche ni me ponga la capucha.

    Un abrazo.

    Gracias por pasar y quedarte Lady, un abrazo.

    Pero un hombre.....descafeinado, sobra el mmmmm, lo malo del título es que echando un vistazo a las estadisticas me he dado cuenta que el 99 por ciento de los que vienen buscan otras cosas, algunas de esas que.......salen de la lógica, quizás aunque me joda tenga que optar por un cambio, Gracias por pasar Blog A, un abrazo.

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