miércoles, 1 de septiembre de 2010

La historia más triste jamás contada

Estoy sentada en la cafetería habitual, he pedido un batido de fresa. El camarero que tiene pinta de jugar al scrabble los domingos por la tarde, me sonrió una vez. Hace tiempo.

A veces envidio a esas mujeres que se sonrojan cuando le miran el escote, yo estoy acostumbrada desde los trece años a que mis tetas sean el primer punto a observar de mi anatomía. Y a veces tristemente, también el único.

Ellas siempre van un paso por delante, incluso dos. Y lo cierto es que no las odio, a ellas y solo a ellas le debo agradecer mis escasos intercambios de fluidos con el sexo opuesto.

Mi abuela siempre me decía que yo no era fea que solamente tenía una belleza extraña. Mi madre más cruda y realista sostenía que mi única oportunidad de afecto masculino pasaba por el olvido diario de los dos últimos botones.

Él me quiere, me lo escribió en mayúsculas y también que le resultaba una mujer muy inteligente. Lo conocí en uno de esos chats donde para entrar y no acabar desentonando hay que tener un coeficiente por debajo de setenta y cinco.
Aquella tarde él se sentía muy solo y yo muy triste y cuando la soledad y la tristeza se juntan siempre ocurre algún milagro.

Lo que más me impactó, es que todo me lo dijo justo después de verme en foto, que por otro lado era una de las pocas instantáneas que se podían salvar de una hoguera.
Con escote por supuesto, el pelo recogido, media sonrisa y tacones.

Él es muy guapo, de esos chicos que me suelo encontrar por la calle y bajo la mirada sabiendo que su boca jamás me daría una oportunidad.

La aguja grande que es la que mueve la aguja pequeña amenaza con clavarse más allá de mis entrañas. Para una mujer que colecciona cicatrices esto no debería suponer más que otro tachón en la agenda de los besos perdidos.

Pero esta vez no es así. Él me dijo te quiero y en mayúsculas y quitando a aquel viejo borracho que una noche sin estrellas me golpeó con su aliento envenenado algo que pude traducir a duras penas como las palabras mágicas, nadie nunca me había obsequiado con ellas.
Nadie salvo él. El mismo que durante tres meses me había prometido llevarme al mar y rebasar la frontera de los sueños, el mismo con el que sacaba diminutivos a palabras que ni siquiera sabía que podrían llegar a existir, el mismo que me hacía sonreír cada mañana, el mismo que me prometió nada más verme un beso con lengua y un ramo de rosas naranjas y no supo especificarme el orden.

La única persona del universo que ha conseguido que, por una vez, yo me sintiera bella.

Y hoy era el día indicado y esta cafetería el lugar y las seis. la hora, lo habíamos meditado durante todo este tiempo y por fin le habíamos colocado una fecha a nuestro esperado encuentro.
Pero es tan tarde que ni siquiera me atrevo a mirar como el segundero le va dando mordisquitos a mi corazón.

Al batido apenas le quedan dos sorbos, el camarero sonríe, aunque no es a mí, debe haber encontrado una palabra de siete letras en su tablero imaginario, tres mesas más al este una pareja de novios hacen el amor con las manos mientras sus ojos se cuentan lo mucho que se van a querer cuando no haya más publico que sus sombras.

Fuera ha comenzado a llover, ni siquiera. con lo que adoro la lluvia. me había percatado de ello.
Las gotas por la cristalera parecen una rebelión de hormigas que se ríen de mi eterna soledad.
Debo ser la mujer más triste del universo, ahora que sé que ya no vendrá.

Con una lágrima asomando, enciendo un cigarrillo, doy otro sorbo más al batido y con el dedo cubierto de angustia me desabrocho otro botón de la camisa.










PERIÓDICO EL JARDIN DE LAS TRISTEZAS

SUCESOS.

Ayer por la tarde un autobús repleto de turistas japoneses atropelló mortalmente a un joven de unos veinticuatro años. Al parecer las primeras gotas de una inesperada lluvia entorpecieron la frenada cuando el chico se disponía a cruzar un mal señalado paso de peatones.

La policía incautó todos los carretes de las cámaras fotográficas de los turistas que, al parecer, sin escrúpulo alguno habían sacado numerosas fotos del muchacho cubierto de sangre y de un montón de pétalos naranjas.

Es el quinto atropello en menos de seis días que se produce en las calles de……y bla bla bla.

10 comentarios:

  1. "Tu y yo", de Leo McCarey. Triste, sí.

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  2. Lo peor de todo, es que podría ser cierto. Una historia corriente, en cualquier esquina. Es triste, si.

    Pero lo más triste es la sensación de abandono que tendrá ella para el resto de su vida...

    besos

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  3. Sc osea sin comentarios porque me has hecho llorar capullo.

    Ufff es que no se que decir.

    Un besote de esta románticona a la que le gustan más tus relatos,ufff lo siento no puedo seguir escribiendo, espero que tú si lo hagas wapo.

    Muak muak muak y muak brillante poeta.

    Susi

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  4. Qué putada toda una vida buscando a alguien y cuando lo encuentras se va... sin que te haya dado tiempo a saber si efectivamente era o no esa persona que esperabas encontrar.

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  5. "Aquella tarde el sentía muy solo y yo muy triste y cuando la soledad y la tristeza se juntan siempre ocurre algún milagro."
    (Frase absolutamente increíble)

    Algún día de estos me haces llorar.
    Me siento muy identificada, de verdad.

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  6. Preciosa historia, y lo más triste no es que él no llegase, lo peor es que a esa mujer su madre y su abuela le dijeran ese tipo de cosas. ¿Hay algo más cruel que eso?.

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  7. joooo 13 días sin escribir nada por aqui, quiero más relatos quiero más relatos.

    En fin, volveré mañana a ver si tengo suerte, ayer nada, hoy tampoco, y mañana....ya veremos.

    Susi

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  8. Este sitio está muy abandonado.joooo.

    Susi

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  9. De verdad que me encanta que alguien que escribe tan fantásticamente me diga que escribo de un modo aceptable.
    ¿Para cuándo nueva entrada? Un beso !

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  10. IM presionante, IM pactante, Im posible no quedarse con la boca abierta y el corazón encogido... Una preciosidad... joooo, qué pasada!
    BeXo.

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